Espacio abierto para compartir inquietudes, conocimientos, actividades culturales
y lúdicas, hacer nuevas amistades y crecer interiormente.

domingo, 27 de marzo de 2011

VIVIR



       Podríamos extendernos en discusiones filosóficas acerca de los miles de años en que la cuestión de la liberación del sufrimiento ha sido la principal preocupación humana sin que aparentemente haya habido grandes logros. 

      He leído opiniones encontradas y es natural porque cada cual expresa simplemente su punto de vista, su vivencia. Y de estas diversas teorías, unas me han ayudado y otras me han confundido e incluso asustado. Por eso, agradeciendo todas las hojas de ruta consultadas, quiero centrarme en mi propio punto de vista: ¿qué opino yo de todo esto?  No sé de dónde venimos ni a dónde vamos. No sé si nuestra alma es una entidad individual que permanece de vida en vida cambiando sólo de vehículo corporal, o si simplemente todos somos expresiones de una única energía que se manifesta en miles de formas individualizadas que luego vuelven a integrarse en ese todo y se vuelven a manifestar, pero sin entidad propia, sin hilo argumental de una vida a otra, algo así como la magnífica metáfora de las olas del océano que se diferencian por un momento y luego vuelven al todo sin conservar su forma ni el menor rastro de una vida individual. 

      El primer supuesto resulta, desde el punto de vista del ego, que no quiere desaparecer de ningún modo, por un lado atrayente ya que implica la vida eterna en el sentido de conservar de algún modo la personalidad para siempre, pero por otro un tanto aterrador, ya que conlleva el arrastre, vida tras vida, de una serie de asignaturas pendientes cuando no de delitos por pagar. Este concepto del karma es susceptible, como todo, de diversas interpretaciones. La mejor de ellas, que lo entiende como aprendizaje, sólo implica atención, consciencia, para comprender todo lo que es contrario a la única ley universal: el amor, y actuar en consecuencia. La peor realmente aterroriza ya que habla de una especie de boomerang impersonal que aplica casi robóticamente un castigo igual o superior a la falta cometida. Es aún más dura esta interpretación que la de muchas religiones que creen en un Dios personal, justiciero y castigador, pero con capacidad para perdonar. 

       Después de muchas vueltas de noria por las diferentes opciones, lo que me resuena como cierto es que somos parte del universo, de una energía que no sé definir y que realmente se expresa de muchas formas diferentes. Y que estamos aquí, de eso no hay duda por más que estemos compuestos principalmente de vacío. Creo que somos la expresión material de algo inmaterial. Y que, si no de modo absoluto, al menos de modo relativo existimos claramente. Nos sentimos, sentimos el entorno, pensamos, amamos, odiamos, nos movemos, somos tangibles, estamos, SOMOS, por más ilusorio que sea el escenario. Y, aún desconociendo nuestro origen, vivimos y tenemos una cierta capacidad de decisión aunque sea relativa y fundamentalmente ilusoria. Virtual o no, el mundo en que vivimos existe. Nosotros estamos vivos y en el momento presente aparentemente podemos decidir en cierto modo. Y creo que eso es lo que importa en realidad. En un futuro inmediato cualquier cosa puede dejar de existir y por tanto, no podemos controlar qué va a pasar en el instante siguiente. Pero en éste que estamos viviendo sí podemos elegir. Creo que esa es la única cosa con la que podemos contar realmente. Con el momento presente. Tampoco sé si el momento presente va a crear necesariamente un futuro maravilloso si me aplico a visualizarlo y diseñarlo. Más bien creo que el futuro como tal no existe y que siempre voy a vivir solamente momentos presentes. Por eso el único modo de crear un futuro maravilloso es vivir un momento maravilloso, atendiendo plenamente y disfrutando ese momento, y el siguiente y el siguiente. 


     Por ejemplo: ¿que estoy haciendo ahora mismo?. Escribo, trato de expresar mis pensamientos y mis sentimientos, para aclararme, para estar en paz. Puedo elegir vivirlo como un esfuerzo o como un privilegio. Si elijo lo segundo, me asombra la maravilla del contacto de mis dedos con las teclas, tan suaves, que trasladan lo que pienso a una pantalla, en caracteres ordenados, en líneas rectas perfectamente legibles. Al mismo tiempo, estoy escuchando música de Deuter, que me hace sentir paz, bienestar. Y el sol entra hasta donde estoy sentada. Cosas como éstas las he dado siempre por supuestas y me han pasado desapercibidas demasiadas veces. No se trata se sublimar cada momento, sino de vivirlo, aunque esté sintiendo una gran tristeza, rabia o cualquier otra emoción aparentemente negativa. Es una cuestión de enfoque, de ver lo que ocurre dentro y fuera de mí con ecuanimidad, sintiendo lo que siento, pero a la vez observando desde un punto neutral que no califica, juzga ni etiqueta, que sólo está apoyando, sosteniendo lo que sucede; sosteniendo la vida. Porque eso es la vida: una mezcla de sentimientos, emociones, sensaciones, experiencias, un inmenso tapiz de infinitas tonalidades. Y la vida se observa a sí misma a través de todos los seres dotados de consciencia. Cuando miro desde ahí dejan de tener sentido muchos supuestos problemas, dejan de ser importantes muchos supuestos agravios y aparece con total claridad la única decisión esencial: amar la vida o luchar contra ella.

Carmen

2 comentarios:

bea dijo...

Bueno pues si es más fácil amar que luchar... está claro ¿no?
como dijo aquel: si no puedes contra ello ¡únete!
gracias por el artículo, muy interesante.

P. dijo...

Si, además muchas veces las batallas las montamos en nuestro interior. Si viéramos el lado positivo de las cosas o de la gente íbamos a ver como todo nos favorece.
Carmen, muy buen artículo, ya echaba de menos leer algo tuyo.